Durante todo este tiempo que hemos seguido a Jesús, posiblemente nos habremos cuestionado de esta manera ¿Por qué soy así? ¿Por qué reacciono de esta forma? ¿Por qué no puedo cambiar? Esas son algunas de las preguntas que muchos nos hemos hecho constantemente.
Ver nuestra vida como una lista de cosas que puedo y no puedo hacer, afecta directamente nuestra percepción sobre nuestras circunstancias. Nos esforzamos por dejar de hacer las cosas “ que se ven mal” e intentamos hacer todo lo que nos identificaría como “una buena persona” o “un buen cristiano”. Todos podemos fácilmente pensar que comportarse de esta forma es correcta, pero desde hace muy poco tiempo el Espiritu Santo me he hecho entender algo mas profundo acerca de la obediencia, ya que no simplemente se trata de solo hacer o no hacer, sino de examinar las motivaciones de mi corazón.
Para ampliar sobre estas motivaciones, es necesario que podamos examinar aquellos posibles idolos levantados en nuestros corazones. Identificar nuestros ídolos suele ser difícil porque pensamos que “no son cosas malas”, pero la realidad es que, cuanto mejores son… más probable es que puedan suplir nuestras necesidades y anhelos más profundos; anhelos que luego olvidamos que solo Dios puede satisfacer.
I Juan 5:21
Queridos hijos, apártense de los ídolos.
Un ejemplo es el amor, que con mucha facilidad podemos convertir en un dios falso cuando las exigencias de este superan lo correcto. Somos como Jacob, quien nunca disfrutó el amor de su padre, perdió el amor de su madre, e ignoró por completo el cuidado y el amor de parte de Dios. Él contempló a una hermosa mujer y probablemente pensó: “Si la tuviera, por fin algo saldría bien en mi vida”. Todas sus esperanzas estaban puestas en una mujer falible e imperfecta. Ella se volvió un ídolo en su vida.
Otro ejemplo práctico es el amor por el dinero, cuando queremos tener mucho dinero para controlar las cosas de este mundo, quiere decir que buscamos la seguridad en esta vida y no tenemos la vista en la eternidad junto a Jesús.
Lucas 16:13-15
13 »Ningún siervo puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.»
14 Oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él.
15 Entonces les dijo: «Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, pues lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.
Vemos la historia de Zaqueo, que era materialmente rico, pero estaba en una bancarrota espiritual. Jesús derramó sobre él gratuitamente riquezas espirituales, y Dios transformó su actitud. Los frutos de ese entendimiento y de la salvación que solo Dios puede dar, se vieron reflejados en sus prácticas puesto que el dinero ya no controlaba su vida.
Todo aquello que no sea el propio Dios, es un dios falso; por lo tanto, los ídolos no sólo adoptan una forma individual; también pueden ser colectivos y sistémicos.
Podemos crear un ídolo de las doctrinas, el éxito en el ministerio, la cantidad de discípulos, y de la rectitud moral. Esto conduce a la arrogancia y al actuar como fariseos, oprimiendo a todos aquellos que no “son como nosotros”. Un buen ejemplo de esto es Jonás. ¿Por qué huyó? Porque anhelaba el éxito en su ministerio más de lo que quería obedecer a Dios. Jonás era moralmente arrogante y se sentía superior a los ninivitas.
En conclusión, podemos conocer el amor de Dios intelectualmente, pero si no lo atesoramos y meditamos en Él constantemente, nuestros corazones no estarán siendo renovados para que Cristo sea nuestra única prioridad. Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres!