Asegurándonos de escuchar a Dios

⁹Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?
¹⁰Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.
Génesis 3:9-10

No todas las voces que escucho vienen de Dios:

Dios habla a mi corazón
Hablo con mi ser interior
Satanás también puede hablar a mi mente

Cotidianamente son muchas las voces que escuchamos a nuestro alrededor, pero hay algunas en particular a las que les ponemos mayor atención. Entre estas últimas se encuentran también la voz de nuestro enemigo, quien continuamente trata de captar toda nuestra atención. Su misión es clara: Preocuparnos, desgastarnos pensando lo peor de las cosas o las personas y por último, convencernos que todas esas mentiras son verdad.

Sin embargo, muchas veces obedecemos las voces equivocadas porque no estamos atentos a lo que Dios espera de nosotros. Jesús nos enseña a que cuando escuchamos la voz de Dios crecemos en sabiduría y además, podemos tomar decisiones sin equivocación.

Quizás hemos la experiencia de cuando oramos, buscando oír y conocer la voz de Dios, nuestra mente se inunda con todo tipo de voces que nos nos permiten concentrarnos y enfocarnos en la oración; es nuestra carne rehusando escuchar a Dios.

El pecado evita que escuchemos la vos de Dios

Cuando consentimos algún pecado secreto, podemos estar seguros que realmente no queremos oír la voz de Dios. Eso es porque ya sabemos lo que Él nos dirá y no queremos oírlo.

Cuando Adán y Eva pecaron, trajo la vergüenza. Y con esa vergüenza vinieron la culpa, el temor y la condenación. Pero Jehová Dios llamó a Adán, y le dijo, ¿Dónde estás tú? Y él dijo, Oí tu voz en el jardín, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.

Adán se escondió de la voz de Dios, debido a la culpa y la vergüenza de su pecado. Y eso es exactamente donde la mayoría podemos vivir ahora, estar escondidos, asustados para escuchar que Dios nos hable