Unidad en Jesús

Viviendo en unidad


un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación;
un Señor, una fe, un bautismo,
un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.
 Efesios 4: 4-6 


Jesús sabía la importancia de la armonía tanto en la iglesia como en la vida personal de los creyentes. En una de sus últimas oraciones registradas, le pidió al Padre tres veces la unidad entre los cristianos

Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.
Juan 17:11

Pablo enseña en Efesios que hay varios aspectos de nuestra unidad como creyentes:

Un cuerpo. Dios adopta a las personas en su familia sin tener en cuenta la raza, el género o la denominación. Lo único que importa es la Fe en Jesús.

Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
Gálatas 3:28

Un espíritu. Todos los cristianos estamos habitados por el Espíritu Santo,  por ello también somos diferentes en el exterior.

Una esperanza. Como creyentes, compartimos una esperanza común: el regreso de Jesús y una vida futura en el cielo con Él.

Un Señor. El señorío de Jesús se extiende sobre todas las personas. Debemos reconocer y someternos a Su autoridad en cada área.

Una fe. Todos estamos unidos en una fe que se basa en verdades Bíblicas: Jesús es Dios encarnado, acido de una virgen, vivió una vida sin pecado, murió en nuestro lugar, resucitó de entre los muertos, ascendió al cielo y está sentado a la diestra del Padre.

La reconciliación con Dios es posible solo a través de la fe en la obra salvadora de Cristo. No podemos hacer nada para ganar nuestra propia salvación.

Al aprender a ver lo que tenemos en común, podemos pasar por alto las diferencias más fácilmente. Al ver nuestra unidad, la gente estará lista para escuchar las buenas nuevas que Dios ofrece.


Unidad en Jesús

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Diseño de Dios


Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Efesios 2:10


Existe un dispositivo muy pequeño al cual conocemos como clip o sujeta papeles, y en algún momento de seguro ya hemos utilizado. Estas útiles herramientas fueron inventados ya hace más de cien años, y en nuestra modernizada época aún no se define un elemento que pueda reemplazarlos para mantener unido cualquiera de nuestros documentos importantes.

Un artículo extraído de internet, presenta los resultados de una encuesta realizada en un Banco sobre el destino de 100,000 clips. Esta encuesta arrojó la siguiente información: de 100,000 clips, 25,000 cayeron al piso y terminaron en la basura, 19,413 fueron utilizados como fichas en juegos de cartas, 14,163 fueron retorcidos durante las conversaciones telefónicas u otros similares, se utilizaron 7,200 como reemplazos temporales de botones, broches o cierres rotos, 5,434 como palillos o limpiadores de orejas, 5, 308 se usaron para limpiar las uñas, 3,916 se usaron como limpiadores de tuberías o similares, dejando solo 20,000 sujetapapeles que funcionaron correctamente.

Al evaluar la información observamos que el 80% de los clips nunca se utilizaron para el propósito previsto. Si lo pensamos un momento, a veces las personas nos parecemos mucho a los clips Así como el creador (Johan Vaaler, 1899) diseñó el clip para un propósito específico, Dios nos creó a cada uno de nosotros a propósito, para cumplir su propio diseño. El pasaje de las Escrituras de hoy habla al corazón de ese tema: “somos la obra de Dios creada en Cristo Jesús para hacer buenas obras”. Sin embargo, como el clip, demasiadas personas no cumplen con el propósito para el cual fueron creadas.

Cada uno de nosotros cumplimos el propósito de nuestro Creador, cuando vivimos de acuerdo con el principio que Jesús define en Mateo:

El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
Mateo 10:39 

Si lo pensamos un poco, podemos convertirnos en todo lo que Dios quiere que seamos, cuando decidimos seguir a Jesús, haciendo de El nuestra prioridad.


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Olvidando lo que queda atrás – Parte II


Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,
Filipenses 3:13


 

El arrepentimiento trae restauración porque Dios siempre está dispuesto a rehabilitar al que fracaso.

El presente, es más poderoso que el pasado.
Para lograr que el presente sea mejor que todo nuestro pasado vivido, es necesario visualizar  la vida de forma diferente. Pablo nos enseña algunas cosas importantes sobre ello:

Debo extenderme

Debemos aprender de los fracaso. Podemos ver atrás para aprender de los errores del pasado. ¿Qué tengo que aprender de lo que hice mal ayer? No  debemos mirar atrás para reprocharnos los errores, sino con la actitud de aprender de todo lo que hicimos mal. También es  importante no persistir en el error.

El sabio teme y se aparta del mal; Mas el insensato se muestra insolente y confiado.
Proverbios 14:16

Ningún lamento de Pablo podía devolverle la vida a Esteban, ni sanar las heridas de las personas a habían sido torturados, él lo sabía y calló. Pero el número de los que a causa de su decisión de trabajar para Jesús recibieron salvación y difundieron la obra del Señor, fue mayor. Es tiempo de escribir un nuevo futuro de bendición sirviendo a Dios. Debemos hacer lo que hizo Pablo: No dependamos del pasado


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Olvidando lo que queda atrás


Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,
Filipenses 3:13


Pablo cometió muchos fracasos, quizás el más grave es haber matado a
Esteban, un tremendo hombre de Dios y predicador del evangelio. Que gran culpa y que gran error.

¿Cuál ha sido nuestro gran fracaso? ¿Con qué estamos luchando en el presente que nos está haciendo fracasar? ¿Estamos deteniendo la obra de Dios por nuestra actitud?

La actitud del corazón hace que nuestro pasado sea restaurado por Dios. La Biblia
describe a los seres humanos no como obras terminadas sino como personas en proceso de cambio. El arrepentimiento trae restauración porque Dios siempre está dispuesto a rehabilitar al que fracaso. La cruz hace que nuestros fracasos sean olvidados, porque la sangre de Jesús borra el fracaso
Debemos dejar la culpabilidad del pasado

Pablo en su mala actitud torturaba y asesinaba a creyentes. Cuando se convirtió al evangelio, tuvo que lidiar con la culpa y con la desconfianza de los demás creyentes; pero no permitió que esto lo detuviera, sino por el contrario, Pablo presentaba frutos dignos de arrepentimiento. Los hijos de Dios, debemos mostrar también de esos mismos frutos, para testificar que no somos la misma persona.

Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,
Mateo 3:8

Ahora es momento de cuestionarnos los siguientes puntos:
¿Hemos alcanzado la bendición en nuestra familia?
¿Vivimos y servimos en plenitud para Dios?
¿Hemos alcanzado las notas que deseábamos en nuestro lugar de estudios?
¿Alcanzamos el sostén económico que queremos o necesitamos cada mes?

Si algunas de nuestra respuesta hacia alguna de las interrogantes anteriores, es negativa, es necesario que de forma voluntaria le entreguemos nuestro pasado a Dios para poder disfrutar las bendiciones del presente.


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Fe y conocimiento.


La suma de tu palabra es verdad, Y eterno es todo juicio de tu justicia.
Salmos 119:160


Las personas un muchas ocasiones sustituyen la fe por un simple conocimiento que se tiene almacenado en nuestra mente. Por ejemplo, podemos admitir mentalmente que la Palabra de Dios es verdadera, y estamos llamando fe  a esa convicción.

Pero el hecho de admitir mentalmente la Palabra no es fe; nosotros podemos admitir mentalmente que la Biblia es verdadera, pero eso no será real hasta que actuemos y nos comportemos conforme a lo que ella enseña; es así, cuando verdaderamente la Palabra de Dios que se hace realidad, cuando actuamos conforme a lo escrito.


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Obedecer

La fe obedece a Dios paso a paso


Y le dijo: Tráeme una becerra de tres años, y una cabra de tres años, y un carnero de tres años, una tórtola también, y un palomino.
10 Y tomó él todo esto, y los partió por la mitad, y puso cada mitad una enfrente de la otra; mas no partió las aves.
11 Y descendían aves de rapiña sobre los cuerpos muertos, y Abram las ahuyentaba.
Génesis 15: 9-11


Este principio es generalmente pasado por alto por aquellos que buscamos hacer la voluntad de Dios. Todos sabemos que Dios prometió un hijo y Abraham quería desesperadamente ver el cumplimiento de esa promesa. Entonces, ¿qué le dice Dios que haga? Que reúna a los animales para un sacrificio!. En este punto Abraham podría haberse preguntado ¿Qué puede tener que ver lo que Dios le pedía con el cumplimiento de su promesa? Abraham no tiene una pista y Dios no le dice nada; pero ahora tiene una opción. Puede optar por obedecer a Dios, reunir a los animales y prepararse para un sacrificio, aunque no parezca conectarse con el hijo de sus sueños. O puede discutir con Dios o decidir tomar los asuntos en sus propias manos.

 

Dios tiene un plan invisible que un día nos llevará en una nueva dirección.

¿Con qué frecuencia nos encontramos con esto? Disminuimos lo cercano a favor de lo lejano, evadiendo los deberes de hoy porque estamos soñando con un mañana lejano. Pero hasta que hayamos hecho lo que Dios nos ha llamado a hacer hoy, nunca estaremos preparados para lo que él quiere que hagamos mañana.

Al final, el 99 por ciento de la vida resulta ser monótono, una rutina ordinaria. Es lo mismo día tras día. Saliendo de la monotonía, Dios está ejecutando su plan invisible que un día nos llevará en una nueva dirección. La fe da el siguiente paso, cualquiera que sea, y caminando con Dios a donde sea que nos guíe. A veces tendrá sentido, otras no. Pero todavía tenemos que dar ese paso si vamos a hacer la voluntad de Dios.


 

Obedecer

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Dios es escudo.


Después de esto, la palabra del Señor vino a Abram en una visión: ‘No temas, Abram, yo soy tu escudo, tu gran recompensa
Génesis 15: 1 


Cuando tememos por alguna circunstancia, Dios nos dice: “Yo soy tú escudo”.

Dios nos declara a través de su Palabra: “Yo soy tu escudo”. No deberíamos pensar en un escudo pequeño que cubra solo el área del pecho, sino más bien un escudo que se extienda de la cabeza a los pies y que proteja completamente cada parte por completo; tal escudo ofrece protección en todo momento contra cada ataque del enemigo.

Cuando declaramos que Dios es nuestro escudo, abarcamos dos cosas específicas:

  • Dios es nuestra protección en tiempos de duda.
  • Dios nos rescata en tiempos de peligro.

Debemos tener muy en cuenta el no equivocarnos con las palabras de Dios, Él no dice: “Te daré un escudo”, sino “Soy tu escudo”. Dios nos confirma que Él es quien nos defiende y no permite que los ataques del enemigo nos impacten, lo que significa que tenemos un escudo que es omnipotente, inmutable, omnipresente, omnisciente y eterno. Ese escudo no puede ser derrotado bajo ninguna circunstancia.

No podríamos estar en una mejor posición. ¿Quién puede derrotarnos cuando Dios mismo es nuestro escudo? El gran mensaje es claro, si Dios es nuestro escudo, no tenemos por qué temer!


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Yo Soy!


1 Habiendo dicho Jesús estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos.
2 Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos.
3 Judas, pues, tomando una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas.
4 Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis?
5 Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba.
Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra.
Juan 18:1-6


Existe un dicho popular que dice: Todos los caminos conducen a Roma. Es un error pensar que cualquier forma nos sirve para alcanzar un destino. Nuestras decisiones tienen consecuencias que no se pueden cambiar.

Un error es la corriente del relativismo, la cual nos presenta la inexistencia de una verdad absoluta, sin lo malo o lo bueno. Lo que es cierto para una persona, no necesariamente debe serlo para otra. El mundo por lo general se gobierna por este pensamiento y no existe una verdad absoluta. Los cristianos debemos reconocer que únicamente existe una opción al camino, a la verdad y a la vida. Jesús nos provee definiciones absolutas y directas; cuando Jesús dijo: “Yo soy”, estaba hablando de su existencia eterna; por tal razón, los fariseos entendieron que se estaba adjudicando el título de Dios.

Jesús usó la misma frase “YO SOY” en siete declaraciones acerca de Él mismo, y con cada uno de ellas mostró espiritualmente algo para nosotros.

 

Yo soy el Alfa y la Omega Jesús s el principio y fin de todas las cosas. Todo propósito que comienza con Jesús con Él termina, nada se sale de sus manos, todo está sujeto a Él.
Yo soy la Resurrección y la Vida Es esperanza, es una promesa, es una manifestación postrera que va a volver para reunirnos eternamente con Él.
Yo soy el Pan de la Vida En Jesús podemos encontrar abundancia, y completa satisfacción. Él es quien quita el hambre espiritual.
Yo soy el buen Pastor Quien alimenta, sana, protege y nos guía
Yo soy la Vida Jesús es la verdad única, edificante y permanente.
Yo soy el Camino Jesús es el camino que conduce a la vida eterna, que nos lleva a Dios.
Yo soy la Puerta A través de Jesús, tenemos la entrada a las mansiones celestiales, es la puerta que se abre para revelarnos a Dios Padre.
Yo soy la Luz del mundo Porque alumbra la senda de nuestra vida, da luz al entendimiento humano y revela todo lo que está oscuro.

 

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¿Por qué Dios demora su respuesta? – Parte IV


38 Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima.
39 Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.
40 Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?
41 Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído.
42 Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.
43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: !!Lázaro, ven fuera!
44 Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.
Juan 11:38-44


Continuando con nuestra pregunta inicial: ¿Por qué toma tanto tiempo Dios para responder a nuestras oraciones más profundas y  sinceras? Estudiaremos en el Nuevo Testamento un ejemplo más, ayudándonos a ampliar nuestro conocimiento al respecto.

Para que el Hijo de Dios también sea glorificado

Existen muchos ejemplos de cómo Dios ante una necesidad o cualquier petición puede extenderse en darnos su respuesta, llegando a sobrepasar en el tiempo límite en el que nosotros anhelamos la solución de su parte.

Un ejemplo de esto es la vivencia de las hermanas de Lázaro. Estas hermanas al ver que su hermano se encontraba muy enfermo a paso de muerte, le suplican a Jesús para que llegara a la aldea en la cual vivían para que sanara a su hermano Lázaro. Pero Jesús no va de inmediato, prefiere quedarse dos días más en el lugar donde se encontraba. La situación era desesperante seguramente para las hermanas de Lázaro, ellas sabían que Jesús era su solución y que Él tenía el poder para sanar.

¿Por qué Jesús no fue de inmediato para sanar a Lázaro?

Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.

Juan 11:4

Jesús dio la respuesta a esta incógnita: La enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Esta demora tiene un propósito: para que el Hijo de Dios sea glorificado.

Cuando Jesús decide ir a ver a su amigo Lázaro, se encuentra con que este ya había muerto hace cuatro días y estaba enterrado en una cueva. La hermana de Lázaro Marta, sale al encuentro de Jesús y en primer lugar le recrimina el por qué no llegó a tiempo para evitar que su hermano muriera. Pero Jesús aún por sobre su actitud, le da esperanza diciendo que su hermano Lázaro resucitará. Luego de esto Jesús resucitó a Lázaro después de cuatro días de muerto.

¿Será que la respuesta a nuestra petición es: para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella?

 


 

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¿Por qué Dios demora su respuesta? – Parte III


19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años, o la esterilidad de la matriz de Sara.
20 Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios,
21 plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido;
Romanos 4:19-21


Continuando con nuestra pregunta inicial: ¿Por qué toma tanto tiempo Dios para responder a nuestras oraciones más profundas y sinceras? Al observar más detalladamente la experiencia de Abraham obtendremos nuestra tercera respuesta:

Asegurar que solo Dios obtenga la gloria.

Cuando Pablo escribió sobre la historia de Abraham, mencionando un punto prominente sobre su fe. Abraham no solo tuvo que esperar veinticinco años para obtener una respuesta a sus oraciones, sino que también tuvo que sufrir la humillación de sus propios planes fallidos. Inmediatamente después de que Dios le habló en Génesis 15, él estuvo de acuerdo con Sarah para dormir con su criada Agar, con la esperanza de concebir un hijo a través de ella. Funcionó, y nació Ismael; pero este intento de “ayudar a Dios” fracasó y trajo tristeza y dolor a todos los involucrados.

Dios a menudo retrasa sus respuestas.

Dios a menudo retrasa sus respuestas para que tengamos muchas oportunidades de fallar usando nuestros propios recursos. Solo entonces actúa Dios, pero cuando lo hace, demuestra que solo Él es responsable de responder a nuestras oraciones y que solo Él debe recibir la gloria.

Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo.
Juan 3:27-30

 


 

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